Friday, April 28, 2006

La caracola

Esta historia tiene un inicio, y muchas posibles continuaciones.

A nosotros se nos han ocurrido algunas, estamos esperando las que se les cruzan por la mente a los demás.

Éste es el inicio:

LA CARACOLA

El hombre salió a la puerta de su casa.

Contempló, con satisfacción mal disimulada, con delicia su jardín. Las flores comenzaban a despuntar orgullosas, primorosas, coquetas; las briznas de hierba se encontraban alineadas simétricamente, con sus puntas bien rectitas y ordenadas, creciendo perfectas, como un batallón alegre y bien dispuesto; los pequeños arbustos, remolones, mientras tanto, retozaban alborozados bajo el sol. El hombre fue bajando los escalones de la entrada de su casa pausadamente, contemplando a un lado y a otro los límites que se marcaba a sí mismo en el interior de su propiedad, buscando la más mínima imperfección sobre la superficie de la hierba, y a Dios gracias, no la encontró. Se acercó hasta el extremo de su jardín. Contempló a los coches pasar.

Luego pensó en ciertas dudas que había dejado pasar el día anterior. Meditó sobre las cosas que le había dicho Marta, meditó también sobre las posibilidades que tenía para tomar una decisión. Se dijo a sí mismo que el marcharse le proporcionaba por un lado una salida digna, al mismo tiempo que un mar de interrogantes, mientras que quedarse significaba afrontar los problemas y por tanto, introducirse en un camino que podía poner en peligro toda su estabilidad, y lo que era más, incluso su vida. El cavilar este tema era complejo, intrincado y triste... Los riesgos de no hacerlo, superaban con creces la posibilidad de que su corazón, ya muy marcado por las cicatrices del bypass, acabara al final pagándolo.

El hombre se dio la vuelta. Se aproximó de nuevo hacia su casa. La tanteó con la mano. ¿Qué pasaría con este lugar estos días?¿Sería, como decía Marta, un lugar donde el drama y la tragedia acabarían por llegar? Nuestro hombre bajó de nuevo la vista hacia el suelo. Y entonces, al hacerlo, encontró una objeto, que al principio no supo reconocer.

Se agachó para recogerlo... Una piedra. No le hubiera llamado especialmente la atención en otras circunstancias. La desplazó ligeramente, para contemplarla por todas sus aristas. Pero había algo en esa pequeña roca que era muy especial, y nuestro hombre se dio cuenta en seguida, porque tenía experiencia en ello. Era una piedra, de evidente origen marino.
Lo cual no sería de extrañar, de no ser porque se encontraban a seiscientos kilómetros del mar.

Qué raro, se interrogó nuestro hombre. La piedra estaba mojada, no sabía si era a causa del rocío, o si bien se debía a otra razón. Pero en todo caso, nuestro hombre, admirando la roca, se empezó a preguntar muchas cosas...

Cómo habrá llegado esto aquí...

* * *

La vieja dijo: He perdido el mar, se me cayó del bolsillo. Sus hijos, creyéndola loca, la encerraron en un asilo.

Ella nunca pudo contemplar el mar, por eso se lo trajo alguien, en forma de caracola. Al oído, resuena el mar, pero esta mañana, se le cayó del bolsillo.

La vieja no había perdido la cabeza, sino que había perdido el mar...

* * *

La vieja dijo: He perdido el mar, se me cayó del bolsillo. Sus hijos, creyéndola loca, la encerraron en un asilo.

Ella nunca pudo contemplar el mar, por eso se lo trajo alguien, en forma de caracola. Al oído, resuena el mar, pero esta mañana, se le cayó del bolsillo.

La vieja no había perdido la cabeza, sino que había perdido el mar...

* * *

El otro día ví una caracola al pie de un árbol, en mitad de la Castellana.

¿Sabes cómo ha llegado hasta allí?

A un niño le han enseñado en la clase de ciencias naturales que los árboles no pueden moverse. Por eso, porque no pueden llegar hasta el mar, le ha puesto la caracola a su lado, para que, aunque no pueda ver el mar, al menos pueda escucharle.

El árbol duerme ahora bajo el arrullo del mar.

Thursday, April 27, 2006

Personajes olvidados de la historia

Hoy comenzamos este pequeño rincón dedicado a personajes a los que la Historia, en general, no les ha dado una posición preeminente, pero que probablemente lo merecieran.

MENG TIANG
Esta campesina china recorrió una distancia enorme para llevarle alimento, en la dura estación del invierno, a su marido, el cual se encontraba trabajando en la ciclópea construcción de La Gran Muralla China, erigida por orden de Quin Shih Huang-Ti, primer emperador de China; construcción la cual, por los enormes costes tanto materiales como humanos que le estaba costando al pueblo, llevaba al acúmulo de rencor, y del miedo, del pueblo de la recién nacida China a sus gobernantes.

Cuando llegó, su marido había muerto el día anterior a causa de un derrumbe. Su cuerpo, en un mundo antiguo donde no debe malgastarse nada, fue empleado como masa para la construcción de una parte de la misma muralla responsable de su muerte. La leyenda dice que Meng Tiang lanzó un tan doloroso alarido de angustia, que rajó de parte a parte la zona del muro donde se encontraba el cuerpo de su marido, formándose una grieta que nunca más se pudo recomponer.

Meng Tiang simboliza que, detrás de toda gran obra, detrás de toda maravilla, de tal o cual gigantesca pirámide, hay un trabajo de esclavos, y mucha muerte y mucha sangre y mucha lágrima y mucho sufrimiento detrás.

Las siete maravillas del mundo, son siete templos mortuorios. El Valle de los Caídos, dentro de mil años, será considerada la octava.

Noticias excepcionales

Éste es el tipo de noticias que no salen en los periódicos, o si salen, lo hacen en un ángulo inferior derecho poco relevante, en lugar de en portada, donde deberían ir, y prefieren encargarse de prestarle atención a capullos como Bush o Bin Laden (sin los focos, ninguno de los dos existirían).

-Día 27 de Abril: hoy, una niña sirena (nació con una enfermedad que le hacía tener ambas piernas pegadas), tras una operación, ya tiene piernas, y ha comenzado a caminar.

-Día 3 de mayo: hoy se hace famoso el caso de "Marathon boy". En un periódico de éstos que reparten gratis por las grandes ciudades, nos enseñan la heroicidad de este valeroso muchacho de la India, el cual ha sido capaz de recorrer 65 km durante una carrera, y convertirse en el orgullo de su país.

En cambio, un segundo periódico profundiza aún más en la historia: en realidad el niño está siendo explotado por el hombre que se encuentra a su cargo, siendo él quien le ha obligado a correr los 65 km. El hombre adquirió a ese niño después de que su madre se lo vendiera por tan sólo unas pocas rupias.

-Hace un par de años:

Esto ocurrió, hace no demasiado tiempo, en uno de estos barrios castizos típicos de Madrid.

Una señora, con bata de boatiné y con rulos, se dispone a irse a dormir a su cama. Y entones, para su sorpresa, se encuentra a un lagarto, de medio metro de envergadura, de color verde, tumbado sobre su cama, con los ojos fijos sobre ella, como preguntándole, “¿Qué, te metes por fin, o te tengo que esperar mucho más? Ya tengo sueño”.

La señora, completamente alucinada, no sabía lo que hacer. Recurrió entonces al único método que se le ocurrió en este momento: cogió el primer spray que tenía a mano (ella le llamaba flu-flu: el problema es que no se trataba de insecticida, sino de limpiador para el polvo), y lo roció, como si se tratara de nieve, encima del lagarto, eso sí, manteniendo las distancias. Flu-flu la primera vez, flu-flu la segunda, y el lagarto, nada, ni inmutarse, no se iba ni se movía, tan sólo sacaba la lengua, como volviendo a preguntar: “¿Pero te dejas de chorradas o qué? Métete de una vez en la cama”.

Así que la señora, agotada de recursos, asió con una mano el teléfono, y llamó, efectivamente...

No, no a la policía ni a los bomberos ni a la perrera. Tampoco a hijos, sobrinos, familiares o vecinos.

A Telemadrid.

La combinación de España profunda y mundo globalizado, es tan peligrosa como la de fundamentalismo islámico y alta tecnología armamentística.

(Al final, resultó y todo que el lagarto era especie protegida).

-Día 9 de Mayo 2006: esta noticia es tan buena que no me resisto a enviaros a ella para que os empapéis de los detalles, no tiene desperdicio.

TITULAR: Una banda de 30 personas vestidos de gatos rosas roba a los ricos de Hamburgo para dárselo a los pobres. Vínculo: http://www.20minutos.es/noticia/116968/0/robo/robin/hood/

-Día 16 de Mayo 2006: Hay pocas noticias bonitas al día, pero hoy aparece en el gadgetoblog del mundo un proyecto en las zonas rurales de áfrica, que intenta producir energía a traves de un columpio infantil, el cual servirá para sacar agua de un pozo (risas infantiles=energía. ¿No era ése el argumento de Monsters S.A.?) Os envío el link del proyecto. Factible o no me parece una idea preciosa.

http://www.playpumps.org/main.htm

-Día 16 de mayo: Hoy todo el mundo se habrá enterado de la famosa noticia de que la BBC ha entrevistado por error a uno que no era (iban a entrevistar a un experto informático, y han cogido en cambio a uno que buscaba trabajo en la BBC). La noticia está muy cachonda, y el vídeo más (fíjaros sobre todo en la cara del tío), podéis bajaros el vídeo en la página digital de El Mundo o de 20 minutos. Pero lo más fundamental, para mí, es lo siguiente:

El aspirante a trabajar es licenciado en económicas. El puesto al que aspiraba, era de barrendero.

Después de ver el vídeo, ¿a que le contratábais? Por salao.

Dedicadas a Eduardo Galeano

DEDICADAS A EDUARDO GALEANO,
o historias contadas a las doce de la noche, justo cuando no dan ganas de levantarse y apuntarlas.
Eos y Emilio Tejera.

1

Un día la serpiente se tumbó a descansar. Y se quedó allí, al sol, durmiendo todo lo larga que era.

Entonces llegó una niña, que iba caminando alegremente por el prado. Vio entonces sobre al hierba una cuerda muy larga, bien estirada; la cogió casi de los extremos, la curvó, y se puso a jugar a la comba con ella.

La serpiente se deja hacer: ha decidido no hacerle nada. Ya está harta de que la gente tenga miedo de ella; por una vez, quiere hacer feliz a los demás.

La niña sonríe, y procura no doblar mucho la cuerda cuando salta. No le gusta hacer daño a los animales.


*

En la sociedad de los cazadores kebal, cuando los hombres se van de caza, las mujeres se anotan una cuenta al cuello por cada día que pasan lejos de sus compañeros.

En el caso de Aristi, su hombre partió hace ya más de doscientos veinte meses lunares, lo que en nuestro tiempo equivale a unos diecisiete años. El collar es tan largo, que le da muchas vueltas al cuello. Le dificulta al caminar, le pesa al andar, y le molesta cuando trata de averiguar si entre las partidas de caza que vuelven de la selva se encuentra su compañero.

Las cuentas del collar le pesan mucho; pero más le pesa su soledad.

*

Wednesday, April 26, 2006

Historias del metro

Hola, ésta es una sección especialmente apta para poetas, literatos, y gente que observa la vida pasar sin más, no hace falta reivindicaciones pedantes.

Se tratan de historias que nos ocurren todos los días en el transporte público: metro, autobús, trenes de cercanías. Hay millones de pequeños milagros que explosionan a nuestro alrededor, y nunca hay allí un san Lucas o un Juan atestiguándolos. La vida se dibuja en todas partes todos los días: Rembrandt, en realidad, ha escondido su rostro detrás del quiosquero de la esquina.

Así pues, comenzamos, meteré de vez en cuando un apartadito: pero el objetivo es ampliar la colección, que la gente me mande sus cosas, que me permita escribirlas. Todos vemos todos los días tantas cosas... algunas son reales. Otras, por no serlo, no son menos ciertas

Aquí va la primera (que no la mejor, ni mucho menos):

Historias del metro
Eos y Emilio Tejera

Recomendación de los autores: leer un pedacito cada día por la mañana, antes de subirse al metro o al autobús.

1

Estación de Messe-Sud. Berlín. Poco antes de medianoche.

Mi novia y yo estamos perdidos, en una estación en la que no debíamos estar. La noche está oscura, los trenes pasan muy poco a menudo, estamos casi completamente solos, y de fondo se escucha a algún grupo de rock compuesto por tres amigos en su garage, ensayando sus canciones. En las paredes del metro, cientos de pintadas, y de fondo un tren que chirría como si estuviera deseando atropellarnos. Entonces, en la estación, contemplamos a un chico de unos veintimuchos años, de origen oriental, chino o japonés, no sé diferenciarlo, dando vueltas por el andén. Esperando. Finalmente, llega el metro.

Cuando el metro llega, el chico aguarda, expectante. Y cuando, de repente, ve lo que quiere ver, se lanza corriendo, con cara de emocionado. Miramos al otro lado, y vemos cómo está abrazando a una chica oriental, más o menos de su edad, con mirada inocente, vestida con una rebequita gris. El abrazo, sin embargo, es quedo, callado, distante. No es un abrazo de dos enamorados, tampoco de dos desconocidos, parece que no saben donde poner las manos, se tocan los hombros, pero no quieren envolverlos, sobre todo la chica, el chico sí que trata de expresar algo más. La expresión del chico no podemos contemplarla, para nosotros queda de espaldas; en cambio, la de la chica es triste, pesarosa, preocupada, le toca el chico al cuello como un acto frío, rígido, mecánico, sin pasión. Luego, los dos se marchan del andén, dejándonos solos.
-¿Qué ha podido ser?-pregunto yo.
Y mi novia me responde:
-Los dos se querían mucho. Y él le puso los cuernos hace tiempo, y entonces ella le dejó, pero no han podido olvidarse. Y él, desesperado, después de mucho tiempo pidiéndole perdón, le ha mandado un mensaje, Si quieres arreglarlo, la oportunidad es ahora o nunca, quedamos en la estación. Y por eso, cuando la ha visto en las puertas del tren, se ha emocionado, y ha corrido a abrazarla.
Pero el abrazo, claro está, pienso yo, no ha podido ser el mismo.
-¿Qué te parece?-me pregunta ella.
Le respondo.
-Muy convencional. No, no sé, le falta algo...
Entonces mi novia me replica:
-Tal vez es que ella era monja. O pertenecía a cualquier tipo de orden religiosa. Y habían hablado, y se habían peleado por ese asunto. Y ahora, el verla en la estación, significa que lo ha dejado por él. ¿Te imaginas el pensamiento de ella? Le abraza con temor, con timidez porque está pensando que, a cambio de ese abrazo, ha dejado de lado el abrazo de Dios. Que ese abrazo tiene que significar tanto como para apartarle de su vocación. O tal vez considere al chico un poco culpable, y por eso no quiere acariciarle del todo. Tal vez lo haga también el chico, y por eso el abrazo no ha sido más cálido.
Yo me encojo de hombros. Quizá sea eso, no lo sé.

Me pregunto qué habrá sido de ellos dos...

3

Mi novia me dice siempre que no me doy cuenta de en que mundo vivo: yo le respondo siempre que eso es porque ella es muy, muy observadora, o muy cotilla, eso ya cada cual como quiera entenderlo. El contraste definitivo entre ella y yo se puso de manifiesto cuando me contó esta historia:

Cuando voy en el tren de cercanías, camino de la universidad, me suelo fijar mucho en la gente que va conmigo. Al fin y al cabo, estamos saliendo, más o menos a la misma hora todos los días las mismas personas. De tanto verlas, acabo por recordarlas. Acabo por saber que están allí. Son, más o menos, mis desconocidos.

Por eso me pregunto qué ocurre con mis desconocidos cuando no me los encuentro. Si es que hoy estarán enfermos, si habrán tenido que salir más tarde, si han encontrado otro trabajo... Me pregunto muy a menudo qué pasó para aquella gente que, el 15-M del 2004, tuvieron que volver a coger otra vez la misma vía, tras aquel jueves fatídico. Me pregunto si se fijarían en los asientos vacíos, y se preguntarían si esa gente cuya cara les solía sonar ya no volverán a estar en esos asientos, o si les volverán a ver en un próximo viaje...

Por eso, cada vez más conforme más lo pienso, me fijo en mis desconocidos. Quiero localizarles, recordarles sus caras, memorizarles con todas sus letras, sus paraguas y sus abrigos, saber dónde están sentados, para que si un día les pasa algo, al menos alguien, en ese mismo tren, en ese mismo metro, sepa que ya no están allí...

Espero que si un día falto, alguien se acuerde de mí...

2 (No hay 2 sin 3)

Todos los días, al salir del trabajo, cojo el metro. Es un trayecto largo, con bastante escalas, alguna más prolongada que otra. A veces me llevo un libro, otras no tengo ninguno, me aburro sin más. Un día, me di cuenta de que había un hombre al que me encontraba bastante a menudo a la misma hora en mi mismo tren, en la línea Circular. Pensé, Otro que sale más o menos a la misma hora de trabajar, y que comparte conmigo parte del trayecto. Entonces decidí hacerme amigo de él: así al menos, tendría alguna compañía durante ese tramo.

Era un hombre medio calvo, de pelo blanco, y de ojos vivaces. Vestía casi siempre una corbata negra, un traje azul claro, y un maletín que agarraba continuamente del asa. Nos pusimos a hablar. Tenía un acento porteño muy simpático. Me contó toda clase de cosas sobre su vida, sobre su trabajo, sobre su familia, una familia a la que adoraba muchísimo y a la que procuraba satisfacer todos sus caprichos, siempre que podía, se los llevaba de excursión. Su sueño era, un día, ahorrar lo suficiente para cogerse unas vacaciones, y que sus hijos pudieran contemplar por primera vez (y él y su mujer de nuevo) el Río de la Plata atravesando Buenos Aires.

Llegó un día en que, justo después de terminar de trabajar, me dediqué a salir de copas con los amigos. Estuvimos de parranda hasta bien prolongada la madrugada. Cuando acabó la noche, algo así como a las tres, cogí el metro. Y entonces, me lo encontré. Me encontré a mi amigo.

También se encontraba hablando, con otro hombre esta vez. Le contaba cómo acababa de salir de trabajar, sobre su trabajo, su familia, amigos. Y entonces, cuando le miré a los ojos, y él me miró, me di cuenta de que no había ninguna mujer, ni ningún hijo. Quizás tuviera un trabajo, probablemente sí, pero en todo caso, cuando salía de él, se dedicaba a dar vueltas por el metro, a contarle a todo el mundo sobre esa familia que tanto ansiaba y tanto deseaba encontrar, y cuando llegaba al final del viaje, se cogía a otro metro, a ver si ese camino le llevaba esta vez a casa, pero nada, otra vez, y así continuamente, esperando que un día, de tanto repetir tantas distintas variantes de la historia, a tantas personas desconocidas, un día, de veras, se hiciera realidad...

La contemplación de ese hombre, y de su cara de angustia al ser descubierto, me dejaron un vacío en el alma. Durante las siguientes semanas, no volví a ver al hombre hacer su trayecto habitual, en la línea Circular.

Finalmente, le encontré. Le invité a mi casa a cenar, y al día siguiente a comer. Hoy en día es, para todos, el tío Rubén. Por fin tiene una familia que encontrar al final de la vía.