Thursday, May 18, 2006

Nuevas noticias excepcionales

18 de mayo 2006: Aparece en el diario ADN. Encuentran un piano en lo alto de una montaña escocesa de 1300 metros. ¿Qué hacía allí? Misterio. La única pista: un envoltorio de un paquete de galletas (sin galletas), con fecha de caducidad de alrededor de los años 60-70.

¿Propuestas? ¡Si a los vecinos no les gusta mi música, me iré a un lugar donde nadie pueda quejarse!

20 de mayo 2006: Hoy aparece que cuatro ancianitas han decidido atar con cadenas dos bancos del parque donde suelen sentarse, para que el ayuntamiento no los retire. Los empleados municipales (con una sonrisa en los labios, por otra parte), han sido incapaces de cumplir su trabajo, con lo cual las ancianas parecen haber vencido -por el momento- en su carrera inevitable contra el tesón de los ayuntamientos para hacer cada vez más inhabitables las ciudades.

Esto me recuerda a una noticia hace ya varios años, donde una señora se sentó en un banco del parque pero una mendiga, que dormía y vivía en él desde hacía veinte años, la expulsó del mismo con malos modos. La señora demandó a la vagabunda, pero el juez concedió la razón a esta última (más que nada, supongo, por no tener que pelearse con ella, la cual de todas maneras no iba a dar su brazo a torcer), argumentando que la ocupación durante mucho tiempo equivale a la posesión. Entonces, al escuchar esta noticia, a mi familia y a mí se nos ocurrió la siguiente propuesta: te vas a Katmandú, en Nepal, en mitad del Himalaya, y te sientas en las escaleras de uno de estos templos budistas a los que entran y salen tantas personas a rezar sus plegarias. Con el tiempo, y con la ocupación, te acabas haciendo poseedor de las escaleras del templo, le cobras un duro (en aquella época, todavía había pesetas), a cada uno de los que suban, y así, te puedes ganar la vida en mitad de un aire puro de paz, tranquilidad, y relax espiritual como sólo puede haber en mitad del techo del mundo.

La coña la mantuvimos durante muchos años, y siempre que había un momento típico de "estoy hasta los cojones de todo, y mandaría a la mierda a todo el mundo", repetíamos, con cierta chanza, que ya iba siendo hora de hacer las maletas a Katmandú, ese pequeño paraíso mágico. Hasta que un día, nos enteramos: el hijo del monarca nepalí (creo que el mismo rey que, hace poco, impuso de nuevo la monarquía absoluta, y ahora está en fase de retirarla), hastiado porque no le permitían casarse con quien no quería, y en mitad de una sesión familiar donde se decidía el asunto, le cogió la pistola a uno de los guardaespaldas, y le empezó a pegar tiros a los gorilas, a su prometida, a su madre (la que más se oponía a la propuesta de matrimonio), y luego a él mismo en un acto de suicidio.

Joder con el tranquilito Nepal... Desde entonces, ya nos hemos olvidado de reservar billete.