Anécdotas inolvidables
Esta historia me ocurrió cuando todavía vivía en el colegio mayor. Mi novia la ha oído repetida tantas veces, que me aborrece cada vez que empiezo. Pero como no puedo reprimirme, ahí va.
Yo tenía por aquel entonces una habitación individual con baño, de la cual mi novia tenía una llave. Aquella noche no dormimos juntos porque yo tenía un examen en dos días, y me costaba mucho conciliar el sueño si estábamos juntos. Había mucho ruido ambiental porque la gente estaba terminando los exámenes de febrero, y buena parte del colegio estaba de fiesta. Entonces, como a las doce de la noche, cuando me voy a acostar (de fondo resonaba la música de duendes -¡sí, la gente es así de rara, pone música de duendecillos cuando está de juerga!-), y de hecho estoy metido en la cama, escucho el ruido de una llave en el pomo de la puerta. Creo, claro está, que es mi novia. Pero para mi sorpresa, entra un señor.
Yo me levanto a toda prisa, pero antes de que pueda decir nada, el señor se mete en MI baño, y escucho ese ruidito en forma de cascada tan característico de las meadas masculinas. Medité entonces, La meada de un hombre es sagrada, yo no voy a interrumpirle en un momento tan íntimo, y luego, cuando salga, ya le pido explicaciones. Cuando sale de mi baño, el hombre (el cual no levantó la tapa típica que, según dice las mujeres, nunca levantamos los hombres, y que me había dejado todo el suelo perdido de barro de sus deportivas manchadas), que además era clavadito a un profe mío de Farma, y llevaba varios cascos vacíos de cerveza envueltos en una bolsa de plástico, me levantó entonces el dedo y me farfulló, todo convencido, "Babababa, bababá", a lo cual se marchó raudo y veloz, sin dejarme tiempo para reaccionar, completamente anodado y de pie, en la soledad de mi cuarto.
Yo entonces me dije, Esto es un sueño, una pesadilla, tengo que dormir, tengo examen de obstetricia (horrible palabra) en dos días. Mi novia aclara siempre en este punto que qué huevos, dormirse en una circunstancia así. La verdad es que no me llegué a dormir, la música de duendecillos era demasiado terrible, y además, al poco rato, como a la media hora, volvió a abrirse mi puerta... y aparecieron el mismo tipo horrendo, aparte de un señor con bigotito y rebequita que, deduje, debía ser el portero de noche, pero como era muy nuevo yo no sabía de su existencia. Y ya entonces salté, comencé a gritar, "¡Pero esto qué es!¿Qué hacen ustedes aquí!", a lo que el hombre de la rebequita me respondió, "Es que este señor me ha dicho que ha abierto esta habitación con su llave...", mientras el clon de mi profesor de Farma se restregaba la llave por los morros y comentaba "Mira, es que con mi llave abro tu habitación", como diciendo, "No, si encima, despertándote a las tantas de la noche, te estoy haciendo un favor..." Al poco tiempo se largaron, más que nada porque les eché a cajas destempladas, y entonces me empezaron a entrar las siete paranoias, y a pensar que querían que me marchase de mi cuarto para robarme el portátil o algo así. Pero aún así, para intentar aclarar un poco la situación, bajé a la portería del colegio.
Después de un atribulado recorrido (me encontré a X. el Putas, amigo al que no veía desde hacía dos años, de mote sobradamente merecido), llegué a la portería, y finalmente, allí estaba el hombre de la rebequita, que finalmente era el portero. Entonces le pregunté.
-Bueno, a ver, vamos a aclararnos, ¿esto qué es?
-No, mira, es que ese hombre es el primo del presidente de Ecuador...
-¿Ah, y qué?¿Es que mi cuarto es la embajada?¿Reparten llaves en Quito?
En momentos de delirio, me sale la vena cómica. El portero trató de explicarme.
-Mira, es que resulta que ese hombre, como va un poco "cargao", se ha equivocado de piso, y ha colocado su llave en lo que sería su puerta... en el tercer piso. Y bueno, resulta que su llave, por algún extraño motivo, ha abierto tu cuarto.
El extraño motivo era que, en realidad, en mi colegio mayor (milagros de la administración pública, pues es el colegio oficial de la UAM), sólo hay tres modelos de llave. Por lo visto, la gente se dedica a jugar, todos los inicios de curso, a ver qué puertas puedes abrir con tu llave, a veces puedes abrir la de tu vecino, pero no a la inversa, y ese tipo de cosas (yo, como casi siempre, a mi mundo, ni me había enterado). Además, luego resultó que su entrada no era tan casual, y que el hombre por lo visto se había dedicado a cometer esas "equivocaciones", a ver si colaban, en los cuartos de las chicas (no muy lejanos al mío), en éste y otros pisos. Lo cual me lleva a la pregunta de qué hubiera pasado si hubiera estado durmiendo con mi novia, o estuviera mi novia durmiendo sola en mi cuarto (a veces nos los intercambiábamos), o si incluso, se hubiera deslizado hacia mi cama, se hubiera hecho huequito entre las sábanas y me hubiera preguntado "¿Me das un besito?".
En todo caso, al día siguiente me cambiaron la llave... lo cual quería decir que ya no sabía quién me la podía abrir. Un par de años más tarde, sustituyeron las llaves (inservibles, por otra parte, mi hermana perdió la suya un par de veces y la abría periódicamente con el DNI), por unas tarjetas electrónicas, muchos más eficaces. Pero cada vez que me acuerdo de Ecuador, me vienen a la mente infaustos recuerdos...
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QUÉ MANÍA DE LOS PUEBLOS CON PONERLE MOTES A TODO EL MUNDO (1)
Un hombre, nada más llegar al pueblo, entró en el único bar del mismo, y afirmó muy decidido, en un largo y encendido discurso:
-Yo ya sé que en los pueblos se tiene costumbre de ponerle mote a todo el mundo. Pero a mí eso no me va a pasar, y seguro que con el tiempo no me ponen ningún mote. Yo ya he tomado mis precauciones.
Se quedó con “el Precauciones”.
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